domingo, 28 de diciembre de 2008

Te veré acercarte desde lejos y mi primer impulso será echar a correr. Pero no se lo permitiré a mi cuerpo. Atravesaremos la calle deprisa, pero sin correr, mirándonos alternativamente a los ojos y la boca, porque no nos atreveremos a bajar más por el temor de que al levantar la cabeza no seamos nosotros. Nos encontraremos, y no habrá tiempo para palabras porque cogerás mi cabeza acariciando a la vez mi cuello y besarás mis labios con las mismas ansias con las que yo buscaré los tuyos.

Abriré mi boca para permitir que tu lengua me recorra por dentro y morderé suavemente tus labios, y dejaré que lamas los míos mientras tus manos siguen acariciando mi cuello y mi cara y las mías buscan todo tu cuerpo.
Te miraré a los ojos y comprenderé que quiero más, que no me bastan estos besos. Pero me costará llevarte, porque me habrás vuelto a dejar sin aliento con ese último beso que has prolongado tan sólo unos segundos pero que ha humedecido mis labios y me ha derretido por dentro. Ese beso que dejas reposar con cosquillas sobre la piel de mi boca, mientras tu lengua se va retirando lentamente y me sujetas la nuca para subir mi cara hacia tu altura y miras mis ojos, cerrados, para ir separándote poco a poco, primero tu cuerpo del mío, luego tus labios, por último tus manos...

Pero no dejaré ni dejarás que perdamos el contacto, porque tus dedos alcanzarán los míos para volver a tirar de mí y llevarme a donde podamos explayarnos, desnudarnos, contemplarnos, recorrernos y gozarnos.

Sentiré ese nerviosismo inocente que nunca sé de dónde me viene pero siempre llega y me hace temblar mientras desabotono tu camisa bajo tu atenta mirada, mientras no sabes si acaraciarme, despojarme de toda la ropa rápidamente o dejarte hacer. Te obligaré a que te dejes hacer. Y te desnudaré lentamente, esta vez será lento porque necesito recordar cada instante para que no se diluya luego en mi silencio.

Te quitaré la camisa y besaré tu pecho. No dejaré de tocarte mientras te desnudo por completo y te miro y no puedo dejarme la ropa puesta porque necesito que tu piel sienta la mía, que mi cuerpo sienta al tuyo palpitar, llamarme. Me gusta jugar y jugaré con tu espalda, un masaje que te hará tener más ansias porque acabará con miles de besos, lametones, pequeños mordiscos tiernos que me harán tener más ganas de comerte entero.

Y me mirarás, y me harás sentir como la reina del mundo: la más bella, la más poderosa con tus caricias, con tus besos que se detendrán primero en mis lóbulos, hasta que gima y bajes hasta mi cuello, hasta que no pueda estarme quieta porque si sigues no hará falta más, pero sí la hace y jugarás con mis pechos. Querrás succionar, y lamerás mis pezones con dulzura y lascivia en círculos pequeños que se harán poco a poco más rápidos, hasta que no puedas más y sigas bajando, por mi estómago que se retraerá por las cosquillas y elevará mi pelvis irremediablemente, porque te deseo y me deseas y me saborearás y me harás vibrar con un compás esperado.

El primer orgasmo sólo me hará desear más, querer tenerte dentro y empezaré comiendo tu miembro erecto. Lo sentiré entre mis dientes y el cosquilleo en mis labios me indicarán que beberé de ti, que ya gimes y me acaricias tirando de mi cuerpo hacia el tuyo porque necesitas sentirme más, darme más.

Con apenas un instante para recuperar el aliento y enlazados de nuevos por besos buscaremos nuestras formas para acoplar nuestros cuerpos. Encima de ti, contemplaré tu deseo que es igual al mío y marcaremos nuestro ritmo para que tu roce y mi roce, mientras entras y sales, mientras aprieto para que sientas que estás dentro, nos haga olvidar quienes somos y donde estamos porque sólo existe ese momento que parece que no tiene fin, porque lo deseamos y deseamos hacerlo eterno.

Foto Not too late, de Angelica. En www.olhares.com

domingo, 30 de noviembre de 2008

Muevo mis caderas al son de la música. Cierro los ojos y dejo que las notas empapen mis sentidos y cimbreen mis hombros, mientras mis pies siguen los ritmos sensuales cuyas cadencias van resbalando por cada milímetro de mi piel. Siento mi cuerpo vibrar suave, lento, sinuoso.

Abro los ojos y solo estamos tú y yo en mitad de la pista. Tú, mirándome a los ojos para bajar la mirada y contemplar todo mi cuerpo, que parece alejarse de ti para acercarse, bailando, y rozar tus caderas con las mías. Posas tu mano sobre mi cintura y me atraes hacia ti, fijos tus ojos en mis labios, que acaricias. Me dejo llevar por tu métrica, que se convierte en la de los dos, mientras hago piruetas sujetas firmemente por tu decisión y dejo que vuelvas a contemplar mi cuerpo, ahora cerca, ahora perdido en tu latir, que sigue al mío.

Tu mano recorre mi cuerpo para explicarle el ritmo, ambos nos fundimos en una música que desafía nuestros sentidos. Hacia delante y atrás, bajamos para subir hasta los más altos tonos de la canción. No hay nadie más, sólo música, sólo nosotros, vibrando, sintiendo, dejándonos llevar...

miércoles, 5 de noviembre de 2008


Primero recorreré tu espalda con mis manos. Relajaré cualquier duda con un masaje que empiece en tu cuello y recorra tu cuerpo por completo suave y firmemente, para que no te confíes demasiado. Cuando tu rostro refleje la calma comenzaré un nuevo masaje, esta vez con mis labios. Suaves, acariciarán tu piel marcando los caminos por los que no me esperas, hasta que la lengua, juguetona, comience a lamerte para hacer más húmeda la tarde. Te susurraré palabras inesperadas que ericen tu piel, mientras mis manos siguen escribiendo el deseo en tu cuerpo.


Cuando no puedas más, dejaré que te gires a mirarme para agarrar mi cintura y acercar tus labios a los míos. Pero no te besaré. Morderé la jugosa carne oscurecida por las ganas y marcaré con mi lengua el inicio de tu boca. Mientras te saboreo rodaremos sobre la cama y me sujetarás firme, para recorrerme con calma. Empezarás en mi boca para ir bajando. Jugarás con mis pezones y dibujarás círculos imposibles en mi tripa, mientras tus manos se deslizan a mis piernas para abrirlas y continuar tus besos hacia abajo. Saborearás con fruición cómo me derrito hasta llevarme al éxtasis.

Pero no estaré cansada. Subiré sobre tu cuerpo para mirarte a los ojos mientras mis manos te recorren, mis piernas te rodean y dejo que entres en mí para acunarme con el baile más antiguo del mundo. Lento al principio hasta acompasarnos en gemidos de placer. Te apretaré en mi interior para que sientas la presión del deseo y tu excitación alcance el cielo.

Cuando creas no poder darme más, rodaré a tu lado, acariciaré tu pecho, me acurrucaré en tus brazos y comenzaré de nuevo mi recorrido por tu cuerpo para volver a llevarte a lo más alto.

Imagen de Bernardo coelho, extraída de www.olhares.com

miércoles, 15 de octubre de 2008

Una mirada y el mundo desaparecería entre el mar de besos que gritaban desde lo más profundo de su ser. Una caricia y el infierno se desharía incapaz de soportar el calor de tanta pasión condensada en dos cuerpos. Un abrazo y el cielo no sería lo suficientemente grande para preservar tanta felicidad.
Nunca había pensado que todos esos sueños serían superados por el exhaustivo reconocimiento de su cuerpo con el que él ocupó una noche que se hizo eterna y, al mismo tiempo, muy corta porque ambos querían más y las luces del alba no podían ser el final de tanto deseo. Se dejó recorrer cada centímetro de su piel, con las manos, con la boca; e investigó la geografía de quien tantas noches le había desvelado... Pero esta vigilia había sido completamente distinta, porque la había saboreado, palpado, agarrado, arrastrado y se había dejado arrastrar.

viernes, 12 de septiembre de 2008


Pronto llegará el día en que calle tu boca con un muerdo. Mis dientes buscarán tus labios para callar tantas palabras mientras mis manos sujetan tu torso para pasar a la acción. Sobran ya las frases y se palpan las ansias de juntar nuestros cuerpos de una vez por todas, para mordernos, besarnos, lamernos, tocarnos, buscarnos, adentrarnos y dejar que todos los placeres que hemos imaginado nos electricen y sacudan hasta el éxtasis de la pasión.

Basta ya de propuestas, porque las opciones están aceptadas, definida la partida en la que dejarás que te recorra y dejaré que investigues mi piel y mi sexo para que encuentres los rincones que tantas veces has imaginado. No harán falta disfraces porque te quité la máscara y descubrí un rostro que solo dice deseo, y me dejaré poseer y te poseeré por completo, durante los instantes que te regale para descubrir nuestros cuerpos.

No habrá imaginación que supere a una realidad que casi no podremos creer, pero tan real que nos traspasará con los gemidos y risas y juegos preparados para recibirnos con los brazos abiertos.

Se acabó el juego, ahora muevo yo ficha y estás en mi terreno.
Foto de Guilherme Santos, publicada en www.olhares.com

martes, 9 de septiembre de 2008

Pesos

Me encanta sentir el peso de tu mano sobre mi cadera. Cuando la apoyas despreocupadamente una vez me acerco a ti mientras lees. Cuando estamos juntos en un grupo y vienes a unirte a mi conversación y la posas, como un pájaro que busca una rama segura. Me gusta sentirla cuando tienes ganas, y la dejas ahí apenas un pequeño instante para luego bajar un poco más, o subir lentamente e iniciar unas caricias que sólo pensar me excitan.
El recuerdo del roce de tu mano en mi cadera es el recuerdo de escalofríos que erizan mi piel, de labios que se inflaman por el deseo, de pupilas que se dilatan, de preludio de pasión rápidamente saciada, porque sabes que no tengo paciencia y no controlo mis ansias de dirigirme a ti, mirarte a los ojos y morderte la boca, y entonces, olvidarme de todo y dejarme besar, tocar, recorrer mi cuerpo y quitarme la ropa, porque todo me sobra si no eres tú el que cubre mi piel.
Me encanta el peso de tu cuerpo, sobre mi espalda, sobre mi pecho, apretando mis caderas, antes apenas rozadas por tu mano, ahora fundidas en tu cuerpo por tus embestidas. Me gusta sentir tu cuerpo sobre el mío, y que no temas y te dejes llevar y te dejes, simplemente te dejes para que pueda recorrer todo tu cuerpo.
Y entonces, sea mi peso el que sientas sobre tu cuerpo, marcando el ritmo de nuestros sexos, abiertos, tú dentro de mí, sintiéndonos en un mecer suave, primero lento que se acelera con nuestras respiraciones, culminadas con gemidos.
Me gusta sentir mi cuerpo sobre el tuyo, para ti apenas peso, mientras descansamos y recobramos el aliento, livianos ambos porque el éxtasis nos ha llevado al cielo.

jueves, 4 de septiembre de 2008

El trémulo temblor de los labios con la cercanía de su cuerpo también se notó en su piel, erizada por el preludio del placer esperado. Las pupilas brillaron con la intensidad de un sol recién nacido en alguna galaxia deseosa de explotar, al igual que ella deseaba expandirse hasta tocar el cielo del éxtasis. Casi no hacía falta que la rozase para que todo su cuerpo reaccionara. La primera caricia se transformó en todas las ansias acumuladas durante días y se dejó poseer y poseyó con gemidos envidiados por todo el vecindario.
La salida del sol no puso fin a la pasión que tanto tiempo llevaban guardando.