miércoles, 15 de octubre de 2008

Una mirada y el mundo desaparecería entre el mar de besos que gritaban desde lo más profundo de su ser. Una caricia y el infierno se desharía incapaz de soportar el calor de tanta pasión condensada en dos cuerpos. Un abrazo y el cielo no sería lo suficientemente grande para preservar tanta felicidad.
Nunca había pensado que todos esos sueños serían superados por el exhaustivo reconocimiento de su cuerpo con el que él ocupó una noche que se hizo eterna y, al mismo tiempo, muy corta porque ambos querían más y las luces del alba no podían ser el final de tanto deseo. Se dejó recorrer cada centímetro de su piel, con las manos, con la boca; e investigó la geografía de quien tantas noches le había desvelado... Pero esta vigilia había sido completamente distinta, porque la había saboreado, palpado, agarrado, arrastrado y se había dejado arrastrar.