viernes, 12 de septiembre de 2008


Pronto llegará el día en que calle tu boca con un muerdo. Mis dientes buscarán tus labios para callar tantas palabras mientras mis manos sujetan tu torso para pasar a la acción. Sobran ya las frases y se palpan las ansias de juntar nuestros cuerpos de una vez por todas, para mordernos, besarnos, lamernos, tocarnos, buscarnos, adentrarnos y dejar que todos los placeres que hemos imaginado nos electricen y sacudan hasta el éxtasis de la pasión.

Basta ya de propuestas, porque las opciones están aceptadas, definida la partida en la que dejarás que te recorra y dejaré que investigues mi piel y mi sexo para que encuentres los rincones que tantas veces has imaginado. No harán falta disfraces porque te quité la máscara y descubrí un rostro que solo dice deseo, y me dejaré poseer y te poseeré por completo, durante los instantes que te regale para descubrir nuestros cuerpos.

No habrá imaginación que supere a una realidad que casi no podremos creer, pero tan real que nos traspasará con los gemidos y risas y juegos preparados para recibirnos con los brazos abiertos.

Se acabó el juego, ahora muevo yo ficha y estás en mi terreno.
Foto de Guilherme Santos, publicada en www.olhares.com

martes, 9 de septiembre de 2008

Pesos

Me encanta sentir el peso de tu mano sobre mi cadera. Cuando la apoyas despreocupadamente una vez me acerco a ti mientras lees. Cuando estamos juntos en un grupo y vienes a unirte a mi conversación y la posas, como un pájaro que busca una rama segura. Me gusta sentirla cuando tienes ganas, y la dejas ahí apenas un pequeño instante para luego bajar un poco más, o subir lentamente e iniciar unas caricias que sólo pensar me excitan.
El recuerdo del roce de tu mano en mi cadera es el recuerdo de escalofríos que erizan mi piel, de labios que se inflaman por el deseo, de pupilas que se dilatan, de preludio de pasión rápidamente saciada, porque sabes que no tengo paciencia y no controlo mis ansias de dirigirme a ti, mirarte a los ojos y morderte la boca, y entonces, olvidarme de todo y dejarme besar, tocar, recorrer mi cuerpo y quitarme la ropa, porque todo me sobra si no eres tú el que cubre mi piel.
Me encanta el peso de tu cuerpo, sobre mi espalda, sobre mi pecho, apretando mis caderas, antes apenas rozadas por tu mano, ahora fundidas en tu cuerpo por tus embestidas. Me gusta sentir tu cuerpo sobre el mío, y que no temas y te dejes llevar y te dejes, simplemente te dejes para que pueda recorrer todo tu cuerpo.
Y entonces, sea mi peso el que sientas sobre tu cuerpo, marcando el ritmo de nuestros sexos, abiertos, tú dentro de mí, sintiéndonos en un mecer suave, primero lento que se acelera con nuestras respiraciones, culminadas con gemidos.
Me gusta sentir mi cuerpo sobre el tuyo, para ti apenas peso, mientras descansamos y recobramos el aliento, livianos ambos porque el éxtasis nos ha llevado al cielo.

jueves, 4 de septiembre de 2008

El trémulo temblor de los labios con la cercanía de su cuerpo también se notó en su piel, erizada por el preludio del placer esperado. Las pupilas brillaron con la intensidad de un sol recién nacido en alguna galaxia deseosa de explotar, al igual que ella deseaba expandirse hasta tocar el cielo del éxtasis. Casi no hacía falta que la rozase para que todo su cuerpo reaccionara. La primera caricia se transformó en todas las ansias acumuladas durante días y se dejó poseer y poseyó con gemidos envidiados por todo el vecindario.
La salida del sol no puso fin a la pasión que tanto tiempo llevaban guardando.